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EGIPTO – 1798
€65,00
Figura para Montar y Pintar
Ref.: 04 – NAP
Peso: 250 grs.
Material: White Metal
Numero de Piezas: 18
Reseña Histórica:
A principios de 1798, los ejércitos de la República francesa habían vencido a todos sus enemigos excepto uno: Gran Bretaña. El enfrentamiento, que destacados líderes franceses equiparaban, por la esencia antagónica de ambos países, a las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, debía forzosamente decidirse fuera de Europa. Las victorias navales británicas de 1797 hacían inviable una invasión de Gran Bretaña.
El intrigante ministro de Exteriores, Talleyrand, y el héroe de las campañas de Italia, Bonaparte, señalaron el inesperado escenario donde Francia debía centrar sus esfuerzos: Egipto, una provincia otomana con cuya conquista debía obtenerse una posición estratégica privilegiada, a caballo entre el Mediterráneo y el océano Índico. El quimérico objetivo final era alcanzar la India y privar a los británicos del mercado que nutría de algodón su boyante industria textil. Nada salió como estaba previsto y, sin embargo, la campaña de Napoleón en Egipto es la más evocadora de sus campañas: librada en un escenario tórrido, entre ruinas de una civilización milenaria, con un enemigo que, si bien carecía de la sutileza de los rivales europeos, resultaba infinitamente más escurridizo, y con el imperativo de lidiar con un pueblo de una idiosincrasia tan distinta de la francesa como el egipcio. Aislados tras la destrucción de su flota a manos del almirante Nelson, los soldados de la Armée d’Orient tuvieron que aprender a sobrevivir en un ambiente hostil.
En mayo de 1798, el ejército francés logró sortear a la flota británica del almirante Nelson para desembarcar en Egipto. Las fuerzas de Napoleón ganaron inmediatamente batallas decisivas contra los mamelucos, incluida la Batalla de las Pirámides. Antes de la batalla, Napoleón demostró su talento para lo dramático: haciendo un gesto hacia las pirámides cercanas, se dirigió a sus hombres, «Soldados, cuarenta siglos nos están mirando».
Sin embargo, la campaña egipcia no consistió únicamente en victorias. El almirante Nelson, molesto porque la fuerza de desembarco francesa había esquivado a su flota, atacó a los navíos enemigos con furia, diezmando gran parte de ellos, en la Batalla de Aboukir (Batalla del Nilo) y dejando a las fuerzas de Napoleón varadas en Egipto. Sin embargo, Napoleón decidió intentar aprovechar la situación para reafirmar aún más su poder, emprendiendo un intento de modernizar y occidentalizar Egipto. Pero antes de que sus proyectos pudieran ponerse en marcha, Napoleón tuvo la noticia de que el ejército turco se estaba preparando para atacarlo. En febrero de 1799, el ejército francés de Egipto se trasladó al norte hacia Palestina y Siria para evitar a los turcos, pero se encontró con un asedio en Acre controlado por los británicos. Para mayo, un ejército francés abatido regresó diezmado a Egipto.
Mientras tanto, en Europa, la guerra estallaba. El ejército ruso estaba haciendo conquistas tan al oeste como Suiza, y la «República Cisalpina» establecida por la campaña italiana se había derrumbado. Francia estaba en caos, y Napoleón decidió abandonar su posición en Egipto para seguir su carrera en Francia, con la esperanza de derrocar el Directorio, al que ahora se refería como «ese grupo de abogados». De alguna manera, Napoleón nuevamente logró escabullirse del bloqueo de Nelson e hizo una aparición sorpresa en París. El 9 de noviembre de 1799, junto con Talleyrand y el revolucionario Padre Sieyès (1), Napoleón logró un golpe de estado contra ese Directorio. El nuevo gobierno de la República se llamaría el «Consulado», ya que estaba gobernado por tres cónsules, de los cuales Napoleón sería el «Primer Cónsul».
La figura muestra a un joven Napoleón con treinta años. Lleva el uniforme de los generales franceses en esa campaña, Kleber, Dumas o a su jefe de Estado Mayor, Berthier, entre otros. Bicornio con plumero (dos años antes, en las campañas de Italia, había prescindido de él). La bandera francesa llevada en la cintura a modo de faja de general, el sable especial utilizado en esta campaña y que se conserva en el Musée de l’Armée.
Monta un caballo árabe, entero, de capa negra que le había regalado un jeque local, El-Bekri, el cual Napoleón aceptó encantado. Junto con el caballo, igualmente le ofreció un joven sirviente y guardaespaldas. Un mameluco de origen armenio llamado Rustam (Roustam en francés), que durante quince años permaneció fiel al servicio de Napoleón.
NOTA (1)
Emmanuel-Joseph Sieyès, Conde Sieyès (Fréjus 1748 – París 1836) fue un político, eclesiástico, ensayista y académico francés, uno de los teóricos de las constituciones de la Revolución francesa y de la era napoleónica.
Categoría: Napoleón a Caballo
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