Desde el siglo VII a.C. Cartago se convirtió en el estado más poderoso de la cuenca mediterránea, su poderío militar se basó en mercenarios de Numidia, Túnez, Argelia, Libia, Marruecos y Mauritania. Como, tanto cartagineses como griegos, colonizaron islas y zonas costeras en el Mediterráneo, los enfrentamientos entre ambos fueron inevitables.
En el siglo III, el Imperio Romano fue lo suficientemente fuerte como para expulsar a los griegos del escenario y enfrentarse a Cartago. Las políticas expansionistas de ambos países llevaron a las Guerras Púnicas, la más importante de las cuales fue la Segunda (218-201).
Después de la derrota naval ante los romanos, Cartago levantó un poderoso ejército, organizado por uno de los mayores comandantes militares de su tiempo, Aníbal Barca (247-183). Sabiendo que su fuerza se enfrentaría a una infantería romana superior, dedicó gran atención a la caballería, que convirtió en una rama igual e independiente del ejército. Cuando Aníbal llegó a la península de los Apeninos, tenía bajo su mando 5000 celtas, 2000 jinetes íberos y 4000 númidas. Sus dos principales comandantes, Hannon y Asdrúbal eran profesionales experimentados.
En las batallas de la Segunda Guerra Púnica, la caballería cartaginesa fue el elemento decisivo, ni siquiera se resistió a los ataques independientes contra la infantería enemiga. Después de la batalla de Cannas (216), como parte de un atrevido plan táctico general, rompió la caballería romana y atacó a las legiones desde la retaguardia, inclinando así la balanza. Incluso en períodos posteriores de la guerra, cuando fue superado en número, logró atraer con éxito a la caballería romana de los campos de batalla en la Batalla de Zama (202).
La figura muestra un jinete ligero íbero al servicio de Cartago. Viste una sencilla túnica ceñida en la cintura mediante cinturón ancho de hebilla alargada. Se cubre el torso con una coraza de disco triple de bronce. La coraza consta de dos partes: una placa pectoral y una placa posterior. Es similar a la coraza de triple disco, de la cual es un desarrollo posterior. La placa posterior tiene una forma similar y las placas de conexión también están ricamente decoradas. La coraza se cerraba alrededor del cuerpo con cadenas en la cintura (complementada con bandas de cuero) y se aseguraba sobre los hombros con bisagras de bronce. El peto se descubrió en febrero de 1909 en una tumba en Ksour Essef, en la actual Túnez. Se remonta al siglo III a.C. Definitivamente no se creó en un taller cartaginés, sino en una herrería de bronce en Campania, que fue un centro para este tipo de trabajo en el siglo III.
Para protección cuenta con la caetra, escudo circular pequeño de madera con asidero y un centro umbilicado, que fue característico de los íberos. Similar al escudo griego, pero de menor tamaño. Colgada de un tahalí del cinturón porta la falcata, el arma más característica de todas las empleadas por los íberos. Forjadas en hierro de gran calidad y dureza y rematadas, generalmente, en forma de cabeza de animal. Su origen se desconoce, aunque la teoría más extendida mantiene que proviene del kopis, espada curva de origen griego, que habría llegado a la península a través del comercio griego y fenicio en el Mediterráneo durante los siglos VI y V a.C.
En la mano porta la lanza. Entre los íberos el uso de este tipo de arma de asta larga, fue frecuente. Estaba compuesta de una hoja plana, amplia y foliforme. El asta era generalmente de pino o abeto y rematada por un regatón de hierro. Monta un caballo ibérico, comparable en la antigüedad, por su resistencia y brío con los caballos norteafricanos y partos. De alzada mediana, crines espesas y capas oscuras, generalmente castaños o bayos.